Sería extraordinario que pudiéramos presentar todos los exámenes de nuestra vida como si fueran a libro abierto. Para quien no esté familiarizado con el término, son aquellos en los que el profesor, en un alarde de extrema confianza, permite que sus alumnos tengan la información para las respuestas de la prueba. La experiencia me llevó a comprender que estos exámenes  son los más complicados de resolver, pues a pesar de tener la fuente de información a la mano, las preguntas presentan algunas complicaciones que no permiten que sea tan sencillas de encontrar.

La vida misma se presenta como un examen de libro abierto, donde las soluciones están, en la mayoría de los casos, tan cerca de nosotros que somos incapaces de mirarlas por mucho entrenamiento que tengamos. Estudiamos, buscamos y alimentamos a nuestros egos de manera tal que nos ayuden a resolver algo que ya está resuelto en realidad. Nos impacientamos, queremos saber sin antes haber experimentado o vivido, nos desesperamos por saber la respuesta incluso sin saber exactamente cuál es la pregunta.

Se pone aún más complicado cuando nos damos cuenta de que:

• A veces la primera respuesta que nos vino a la mente, era la correcta, claro luego de haber tomado la segunda o la tercera. Esto ocurre por mucho analizar la situación.
• En otras, nos damos cuenta de que si hubiéramos esperado un poco o tomado la segunda o tercera opción, nos hubiese ido mejor. Claro luego de habernos apurado por impacientes.

Toma tiempo aprender que las soluciones a los problemas tienen un tiempo exacto para aparecer, así como el tiempo de Dios. Entonces no es que nos equivocamos sino que tomamos el camino para el mejor aprendizaje y este llega solo cuando estamos dispuestos a recibirlo como tal y no como un castigo divino o como consecuencia de la “mala suerte”. No te impacientes, especialmente contigo mism@, amate profundamente y sabe que la solución a todos tus conflictos está más cerca de lo que puedes imaginar.

Todo lo mejor para ti.-