Los apegos a personas y cosas materiales nos llevan distraídos haciéndonos caer en baches emocionales que, de haber estado despiertos a la hora de tomar una decisión, seguramente el resultado habría sido menos doloroso.

Pero el dolor no es del todo malo, nos da lecciones, no s muestra la sensibilidad que hay dentro de nosotros, nos conecta con el corazón y de allí con Dios. ¿No es acaso en los momentos de dolor cuando recurrimos a él? Pues si y ese hecho en sí tampoco es del todo malo. Lo verdaderamente emocionante es que una vez que hemos logrado el contacto, podamos permanecer conectados, tarea difícil mientras estemos enganchados en cosas y personas.
Parece paradójico eso de agradecer hasta los “malos ratos”, pero si logramos hacer una retrospectiva de nuestros “peores momentos en la vida”, nos daremos cuenta de que han sido también cuando nos hemos conectado con nosotros mismos y realizado algún avance en términos de madurez. Haz el intento, prueba recordar y es bastante probable que te de por agradecer cada momento sin importar lo poco agradable que hayan sido.
Todo lo mejor para ti.-
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