Mirar lo que avanzamos no es una tarea sencilla, nos cuesta mucho darnos cuenta de que hemos cambiado, que somos diferentes a lo que fuimos y muchas veces nos encontramos atrapados en creencias que nos llevan a tropezar en repetidas oportunidades con una situación, solo por pensar que somos de tal o cual manera. Un error bastante común por estos días.

Es como cuando vemos al hijo de un amigo o familiar que no frecuentamos, lo vemos de 2 o 3 años y luego pasado un tiempo, lo volvemos a encontrar y decimos cosas como “Que grande está” o “Que bien comportado” entre muchos otros halagos que enorgullecen a los padres y nos hacen quedar bien parados, al menos por un rato. Pero la verdad es que así como los niños evolucionan a diario, los adultos también, aún cuando no deseemos hacerlo.

Sin importar el camino que escojamos para aprender, las lecciones dejan sus huellas bien claras y los últimos en notarlas, somos nosotros mismos.

Tendemos a minimizar nuestros logros pues se nos hace más natural comprarnos con los demás en lugar de hacerlo con nuestro crecimiento, menospreciamos los talentos que poseemos impidiendo que brillemos de manera natural ante la vida. En la medida que nos vamos deslastrando de miedos y culpas, se nos hace menos complicado mirar atrás, hacia abajo donde comenzamos y darnos cuenta de todo lo que hemos crecido.

Ahora que sabes lo grande que estás, te toca apreciar, no solo el camino recorrido, pues eso sería querer avanzar mirando hacia atrás, sino proyectarte hacia adelante sabiendo que tienes lo necesario para alcanzar lo que sea que quieras. La tarea: Valora tu crecimiento en función de quien eres, no de quien eras. Proyecta tu crecimiento en función de lo que quieres ser, no de quien eres.

Todo lo mejor para ti.-