
Era temprano por la tarde, hora en la que acostumbraba tomar el Té. El aire fresco, típico de las épocas primaverales, ayudaba al maestro a asimilar sus encrucijadas. Ese día uno de sus alumnos, aquel por quien había desarrollado una estima muy especial, acababa de mentir al hacer trampas en la prueba final.
Reflexionando en solitario, el silencio del maestro fue interrumpido por la casual aparición del joven. – Le noto preocupado maestro, ¿Le ocurre algo? solo se escuchaba el silbido del viento entre las ramas.
– Se lo que has hecho y eso logro perturbar mi paz.
A lo que el joven discípulo respondió – Tenía la duda, gracias por confirmar. Al final no importa, es solo un juego en el que me gusta ganar a toda costa, como en la vida misma.
El maestro asintió y pasados unos minutos dijo – Si te complaces en el momentáneo placer del triunfo, solo estarás dando satisfacción al ego y no al alma que se regocija de tu esfuerzo y sabe que ganas en sabiduría más que en placer. Más aún si el triunfo es ilegítimo, el placer tendrá un sabor amargo cuando llegue el momento de afrontar la realidad.
El alumno resto importancia a las palabras que escuchaba y dijo – Haré trampas y engañaré lo que haga falta, la vida de verdad así lo exige. Y el maestro le recordó – Algún día tendrás que enfrentarte al valor del triunfo así como yo me enfrente a mi fracaso como maestro en esta lección contigo.

– Pues ese es su problema, espetó el discípulo con sorna mientras se volteaba para retirarse y justo en ese momento vio a la vida preguntarle ¿Cómo pudiste hacer esto? Escrita en el rostro de sus compañeros que se juntaron y escuchaban en silencio la conversación.
Todo lo mejor para ti.-
