
El descanso, alejamiento, encierro, sea cual sea el nombre que pueda darle a mi ausencia de este espacio, obedeció únicamente al hecho de haberme dado cuenta que no tenía que pedir permiso para hacerlo. Por incongruente que parezca, durante este tiempo pude sentir muchas emociones que estuvieron latentes por meses y al fin encontraron una válvula de escape. La rabia, el desencuentro, los reproches, la tristeza, todos al unísono aturdiendo el espacio, nublando la mirada, llevándome y trayéndome cual rata atrapada en un laberinto construido por sus propios pensamientos.
Las salidas de mi mente las conozco y dejo de verlas cuando la emocionalidad alterada me aleja de la consciencia.
Descubrí que soy tan perfecto cuando estoy consciente como cuando las emociones me aíslan, cuando aprendo viviendo o mientras decido hacerme la víctima perdiéndome la vida. No hay equivocaciones, solo momentos.
La invitación de hoy: date permiso y Vive…