Hoy en día, es fácil pensar que la espiritualidad es un asunto de orar, meditar o seguir protocolos y costumbres para agradar a Dios, es la idea que generalmente nos forma en la mente, sin importar la religión que profesemos. Ni hablar de aquellos que dicen “no creer”, estos son, un tanto más radicales que los practicantes de la Fe (sea cual sea la religión), ya que fundamentan su creencia (o su no creencia), en el juicio por los cánones establecidos y el resentimiento, principalmente hacia sus padres, por haberles querido inculcar su fe, sin su consentimiento, como si un crio de 3 años pudiera decidir en que creer y en que no. En fin, un tema con mucha tela para cortar.

Es en la espiritualidad donde comienzan a gestarse nuestro sistema de creencias.

Por una parte, están los dogmas de la fe, por otro la interpretación de estos dogmas, por parte de quienes enseñan y por último, la nuestra propia interpretación. Vaya lio y es que, estas enseñanzas que van de boca en boca, van perdiendo fuerza y van creando sus propios vicios en la medida que se va propagando información mal interpretada, con sus respectivos agregados y cambios a opinión del opinante.

El comienzo de la espiritualidad ya va allanando el terreno para que la mente tome el control.

Estas complicaciones nos van alejando de nuestra espiritualidad y sumergiendo progresiva y paulatinamente en un mundo controlado por el sistema mente/ego, es decir por pensamientos automáticos gestados en nuestro sistema de creencias y su respectiva emocionalidad, mayormente alterada.

La invitación de hoy: Observa tu sistema de creencias con profunda honestidad, principalmente relacionado con la espiritualidad que practicas y el parecido con la que predicas. No te sorprendas si encuentras algunas diferencias importantes.

Todo lo mejor para ti.-

Bilko Castro Arias