
Alcanzar la maestría en cualquier disciplina que se practique, requiere de paciencia y entendimiento del proceso de transformación que se vive. Paradójicamente esto se aprende en la medida que se transita el camino hacia la excelencia en busca de la perfección, la cual, dicho sea de paso, no es algo que se alcance, sino que se tiene que comprender, ya que todo en sí es perfecto desde su esencia.
De mucho practicar aparece la excelencia y la práctica disciplinada de la excelencia lleva a la maestría.
La maestría alcanzada representa en sí misma, una responsabilidad con quienes nos rodean, pues no es suficiente con SER, también es menester trascender y para ello la maestría otorga la capacidad de la enseñanza ya que, sin falta y sin excepción, habrá quienes deseen caminar la senda. Todo forma parte de evolucionar.
La enseñanza va en dos líneas o, mejor dicho, dos fases. La primera es la enseñanza de la excelencia en sí misma, mostrar a los discípulos, aprendices o como desees llamarles, a practicar disciplinadamente la actividad que desarrollen, luego, corresponde enseñar a enseñar, lo que en si es una tarea un poco más compleja. Otro aspecto de la enseñanza es la comprensión que alcanzamos al transmitir información. Es en ese preciso momento cuando nos damos cuenta de lo poco significativo que ha sido el camino recorrido desde la resistencia hasta aquí, en comparación con lo que nos falta por aprender y esto, muchas veces y como consecuencia de nuestros egos, nos coloca una vez más en la etapa de resistencia, haciendo que el proceso comience nuevamente.
La invitación de hoy: En algún aspecto de tu vida, has de haber alcanzado la maestría. La pregunta sobre la que te invito a reflexionar es ¿Te has quedado allí o has transmitido la información? Es en tu respuesta donde hallaras mayor claridad.
Todo lo mejor para ti.-
Bilko Castro Arias