
Muchos dicen que en esta era, al menos del lado occidental del planeta, vivimos de apariencias, de hacer creer a los demás que somos algo que no es cierto. Antes de preguntar de si aparentamos para impresionar o cualquier otro pretexto, cabría interrogarse sobre ¿A que le tememos que queremos fingir lo que no somos?
Es el miedo, nos invita a ponernos máscaras frente a los demás, incluso frente a nosotros mismos. Miedo a no encajar, a no ser aceptados y ser rechazados por aquellos a los que deseamos acercarnos, miedo a no “quedar bien” o a desilusionar a los seres que nos aman, ¿en verdad nos ama quien desea que no seamos lo que somos? Dejemos esta pregunta un momento y miremos la otra cara, la nuestra. ¿Aparentamos y mentimos para qué? La sensación es placentera cuando sentimos que hemos logrado lo que queremos, pero ¿Cuánto dura?
Dicen las abuelas, “Las mentiras tienen patas cortas” en alusión a que son fáciles de descubrir.
Y esto cobra más sentido cuando al ser descubiertas, incluso por nosotros mismos, las sensaciones de insatisfacción se hacen mucho más fuertes, llevándonos del miedo al auto-castigo y a la culpa, emociones igualmente nocivas tanto para nuestra salud y nuestro desarrollo.

Este miedo es originado en el pensamiento y expresado por nuestros egos, que con un falso sentido de protección, nos hacen creer que estamos haciendo lo correcto alejándonos del único camino que nos acerca a Dios, la verdad de lo que somos.
Conoce tus emociones, conoce lo que te mueve y entonces podrás cambiar el rumbo de tu vida. Porque al conocerlas, puedes entenderlas y traer luz hacia lo que está oscuro y de esta manera es más sencillo alinear tus pensamientos con tus emociones, lo que irremediablemente terminará en la creación de un milagro. Inténtalo y nos cuentas.
Todo lo mejor para ti.-