
Es verdad, hay ocasiones en las que es inevitable no subir la mirada al cielo y decir “Pero bueno, ¿hasta cuándo?” con un gesto de cansancio y quizás obstinación. De quedar hasta allí esa “queja” sería más una descarga de pesar que una posición de víctima de las circunstancias, lo malo está cuando nos quedamos pegados al punto de terminar de ocultar las cosas buenas detrás de la frustración que sentimos.
Es muy sencillo engancharse, la queja y el reclamo por lo que no sale “bien” puede ser adictiva, además de la excusa perfecta para dejar de hacer.
La invitación de hoy: Ya, deja de quejarte y ponte en acción. Que no sabes por donde inciar, pues por el principio, cambiando la actitud y planificando el camino.
Todo lo mejor para ti.-