Con el tiempo he aprendido que asistir a terapia funciona extraordinariamente bien, siempre y cuando esté dispuesto a cooperar, no con el terapeuta, sino conmigo mismo. Hace no mucho tiempo me negaba al hecho que requería apoyo inmediato, algo así como una intervención, mi ego expresado en la arrogancia, me impedía tener una visión personal en perspectiva, llevándome irremediablemente en una espiral viciosa donde el camino hacia el fondo parecía no tener retorno.

Aceptar ayuda es muy diferente a querer recibirla.

Cuando me di cuenta que en verdad necesitaba apoyo, Dios se tomó la molestia de ir colocando en el camino a las personas y técnicas adecuadas para contrarrestar mi testarudez. Todas y cada una de ellas me enseñaron algo, desde las que me incomodaron, hasta las que me encantaron. Así llegué al entendimiento que no es la técnica sino la disposición a recibir el regalo que otros ofrecen, algunos sin costo así como los que cobran lo que les parece justo, también están las más íntimas y sencillas como la oración y la meditación, todas muy efectivas.

La invitación de hoy: Ponle una pausa a la mente y abre tu corazón a recibir la ayuda que puede venir en empaques insospechados. Ah, recuerda disfrutar el camino.

Todo lo mejor para ti.-